Alicante sabe a mar. Pero es mucho más que eso, enclavada entre la montaña y el puerto, la ciudad puede ofrecer desde su cara medieval hasta una cara modernista capaz de darnos buena gastronomía, buena fiesta y buen sol. Además es una ciudad abierta y hospitalaria, dónde pasear por sus avenidas y visitar sus monumentos resulta una de las experiencias más gratas de la ciudad.